No me he muerto y espero que este desnutrido blog tampoco lo haya hecho 🙂 Vamos a darle un poco de vidilla con música. Música para festejar la muerte.
La Dama y la Muerte, que parecen estar en un baile para zafarse la primera de la segunda. Tumba Celle, en el Cementerio Staglieno (Génova, Italia). Obra de Giulio Monteverde. |
Los réquiems son fascinantes —unos más que otros—, pero no siempre se ha cantado a la muerte con tanta enjundia. Yo no soy musicóloga, ni lo pretendo. Apenas distingo una clave de Sol de una de Fa, pero sí soy melómana hasta el tuétano y curiosa hasta la enfermedad y mi oído me dice que lo Ad mortem festinabus es una danza, un jolgorio, y que invita poco al recogimiento que sí proponen otro tipo de composiciones musicales dedicadas al hecho último de la vida.
Cuando no tenía esta casa tan abandonada, solía obsequiarles todos los diciembres con una entrada más o menos sesuda de índole musical. Trato con todos mis escasos recursos temporales de sacar algo decente en este blog, pero la crianza en (casi) solitario es más absorbente que los pañales que utilizan los bebés. Aún así, quédense con las palabras tombeau y lamenti, por poner un par de ejemplos, y quédense también con este precioso aperitivo musical, porque era de lo que me hubiera gustado hablarles en estos últimos días del 2021.