A veces una va buscando una historia necropolita que traerles poco después a este blog y otras veces es la historia quien le asalta a una en el camino. Eso mismo me pasó hace unos días. La intención primigenia de acercarnos a Torrijos (Toledo) para hacer una compra, se convirtió en un paseo cultural en el que nos topamos, desconociéndolo en absoluto, con esto:

En medio del coro gótico de la colegiata del Santísimo Sacramento están situadas las figuras yacentes de Gutierre de Cárdenas y Teresa Enríquez, Señores de Torrijos a finales del siglo XV.

Antes de salir de Madrid había pensado llevarme la cámara buena, pero uno de esos ataques de «¿total, para qué?» hizo que se quedara guardada en el armario. Eso sí, con la cantidad de avances tecnológicos de hoy en día, no pueden pedir a una (presunta) fotógrafa que salga sin algo que registre imágenes de un modo u otro.

En el reportaje de hoy toca mezcla: viaje fotográfico y lectura. Ninguno de los dos es especialmente extenso. El primero por el poco juego que daba mi compacta con tan poca luz (aunque, ejem, me vine cargada con cerca de una giga). La segunda porque hurgar en los entresijos artísticos e históricos de un sepulcro construido por no se sabe muy bien quién, que ha pasado por las tribulaciones de guerras de la independencia y civiles -sin contar con el movimiento post mortem que se da en la nobleza- da para muuucho texto, incluso para una tesina, y en ¡La Muerte os sienta tan bien!, trato de inocularles el gusanillo de la curiosidad a través de un itinerario ameno.

No quiero entretenerme con el baile de un lado para otro que tuvieron los cuerpos de los Señores. Resumiendo les contaré que el lugar donde hoy podemos admirar su sepulcro ni siquiera es donde reposan eternamente, es decir, es un cenotafio. La momia de doña Teresa podemos encontrarla en el Convento Concepcionista Franciscano de la localidad torrijana y los huesitos de él… no les sé decir.

De todas formas lo verdaderamente apasionante de la historia de este mausoleo es que el análisis de su escultura nos va a conducir hasta Génova (Italia). Veamos.

Los señores de Torrijos  (Gutierre de Cárdenas y Teresa Enríquez) dejaron muy claro en sendos testamentos cómo querían pasar a la posteridad. Primero falleció don Gutierre, que fue más preciso que  su mujer en la descripción del féretro deseado (1). Teresa sobrevivió treinta años a su marido. Durante este tiempo se dedicó a cumplir con dedicación la herencia testamentaria de su esposo levantando y promocionando múltiples edificios de cariz religioso y hospitalario. Tantos fueron que a Teresa le empezaron a apodar La Loca del Sacramento.

Aunque en sus últimas voluntades ella señala precisamente el cumplimiento de los deseos de don Gutierre, con el tema de la sepultura no se dejan las cosas demasiado claras. Se sabe que la primera inhumación de don Gutierre fue en el monasterio franciscano de Santa María Teresa de Jesús (hoy desaparecido) de la localidad toledana, pero no he encontrado los suficientes datos para saber si su lápida «franciscana» fue la que hoy conocemos o tuvieron otra diferente.

La duda nace porque cuarenta y dos años después del fallecimiento de Teresa, Ángela de Cárdenas -bisnieta de ambos- encargó a Juan de Lugano, famoso escultor y tratante de piedras genovés, un serie de piezas en mármol de Carrara para la colegiata del Santísimo Sacramento de Torrijos. Y es aquí donde radica el enigma del post de hoy ya que no se sabe a ciencia cierta la cantidad de esas obras que llegaron finalmente al pueblo y si dentro del envío figuraba el mausoleo.

De la talla original solo se conserva (y de aquella manera) la lápida con los cuerpos yacentes. Esto dificulta la datación de la pieza, pero si prestamos atención al trabajo artístico de lo que queda, deberíamos fechar su hechura en el primer tercio del siglo XVI. Este dato se da de tortas con la fecha en la que se hizo el encargo a Lugano (año 1561).

Hay que señalar que el hecho de que el túmulo de los Cárdenas muestre detalles al gusto italiano no concreta nada pues en el primer tercio del siglo XVI ya estaba bien extendido el Quattrocento (me atrevería a decir que el Cinquecento) entre los artistas españoles; así que tal vez diferentes marmolistas de los que trabajaban para Juan de Lugano pudieron ocuparse perfectamente del proyecto.

Además de la fecha encontramos otro rompecabezas en el tremendo parecido que guarda con el sepulcro de alabastro de la familia Arce en la catedral de Sigüenza (Guadalajara). Juan de Lugano, supuesto hacedor, desarrolló su profesión más bien en la zona toledana y no tanto en Guadalajara…

Laja de Catalina de Sosa y Fernando de Arce, al ladito del doncel de Sigüenza. No en vano eran sus padres. 😉

Aun así los estudiosos de la materia estiman que tanto las figuras yacentes como algunos fragmentos de la portada de la colegiata provienen del encargo que se hizo a Lugano.

En cualquier caso, sea quien fuere el autor y sea cuando fuere la fecha de su trabajo, del actual túmulo son las figuras tendidas las más interesantes a nivel artístico.

De las dos figuras principales que nos encontramos en la lápida se aprecia mayor esmero en el retrato de él. Don Gutierre se nos presenta como un hombre grueso, ataviado con una gran capa que llega hasta los pies, pero abierta para mostrarnos la cota de malla.

Es en el calzado donde más se aprecia la armadura que viste la figura.

En su escultura nos encontramos por partida doble con la cruz de Santiago. Primeramente en un escudo apoyado sobre cojines finamente decorados donde reposa la cabeza del finado ataviada con bonete.

Hay que ver lo que les gustaba arrancar narices a las tropas francesas, oigan.

En segundo lugar nos encontramos con la cruz de Santiago en la capa que viste el cuerpo.

En esta instantánea pueden apreciar detalles de las cruces del escudo y de la capa.

Cruzando el torso se muestra una espada, de delicada talla, que porta en la mano derecha y abrazada con la izquierda.

Son curiosas las venas de la mano que esculpió el autor de la lápida aportándole, si cabe, más realismo.

La imagen de doña Teresa es más sencilla, con rasgos menos personalizados. También es verdad que el rostro que ha llegado a nuestros días está muy deteriorado.

La cabeza reposa esta vez sobre dos almohadones y no porta adarga como la del marido. Su primer cojín, apoyado sobre la lápida, es idéntico en su diseño al que vemos en la escultura de don Gutierre. El segundo presenta un dibujo exclusivo.

Podríamos pensar que al ser doña Teresa tan beata se le atavió en su lápida con un hábito de monja, pero, aunque sea obvio, hay que decir que no. En la época (podemos verlo también en el sepulcro de los Arce) las mujeres vestían así con mayor o menor pomposidad.

Encontramos una toca ceñida al rostro que cubre a su vez otra toca que le llega hasta la mitad del pecho. El hábito, que se ve por debajo del manto -asido sutilmente entre las manos- y de la segunda toca, va suelto y llega a tapar los zapatos.

En las manos un rosario con grandes cuentas rematado en un borlón tristemente mutilado.

No hemos hablado de las dos figurillas descabezadas que nos van a recibir nada más atravesar la puerta del coro. Se trata de un paje (a los pies de él) y una doncella (a los de ella). Si antes decíamos que la figura de Teresa es menos detallada que la de Gutierre, con sus guardianes pasa justo lo contrario.

El paje se halla reclinado totalmente sobre el suelo de la lápida y apoyado en un yelmo. En su mano izquierda parece ser que portaba un libro abierto.

La doncella se apoya sobre un cojín finamente trabajado, recostadas las piernas sobre la lápida. Porta libro sujeto con ambas manos. Su vestimenta se ve más rica con saya, mantonete, capa y collar de perlas.

Hace un tiempo se encontraron en un almacén aledaño a la colegiata diversos objetos tallados en mármol blanco que pertenecieron al túmulo primigenio. Entre ellos habían pequeños capiteles, que posiblemente formarían parte de un friso decorado con conchas y elementos vegetales en forma de «ese», dentellones, parte de una cabeza y parte de un lomo de león.

Aunque no es la original, y parece menos interesante, no podemos olvidarnos de la caja sobre la que se asienta la laja. El actual lucillo es una pieza colocada sobre grutescos con forma leones (probablemente como en el original) y decorada con los escudos nobiliarios de la familia Cárdenas y Enríquez apoyados sobre la cruz de Santiago, elemento, este último, que hemos encontrado más veces en el diseño de la tumba.

Supongo que después de apreciar desde aquí el sepulcro de los Señores de Cárdenas entenderán el título de este reportaje, ¿cierto o me equivoco? A saber lo que me deparará el próximo viaje al tun tun…

Colegiata del Santísimo Sacramento
Plaza del Doctor Cifuentes, 2
45500 Torrijos • Toledo
T_ 925 76 01 18
W_ www.torrijosparroquia.es
H_ En principio solo abren la colegiata en horario de misas. Se puede entrar unos minutos antes de que comience el oficio.


Bibliografía_

Notas_
(1) En el documento de López Torrijos y Nicolau Castro pueden encontrar extractos de ambos testamentos en las páginas 173, 174 y 176.

7 comentarios

  1. Otro sepulcro del que desconocía su existencia pero que ya queda apuntado en los "hay que", como casi todo lo que nos enseñas.
    Una entrada deliciosa y las fotos… a saber qué hubieras sido capaz de hacer con la "cámara buena".

  2. Jo, ¡lo mismo que yo, Lilith, Ksawery! Una vez que llegué a la minimansión y me puse a cotillear sobre qué era aquello que acababa de ver, me di cuenta de que tenía varios documentos en mi base de datos sobre Juan de Lugano. Ay, necesitaríamos tres vidas -por lo menos- para leer, ver y hacer todo lo que quisiéramos.

    Ejem, la cámara buena me permite cosillas que no me permite la pequeñaja y lo mismo al revés. Esto es como el buen jugador de cartas, que tiene que saber incluso con una mala mano.

    Abrazos fuertes para los dos.
    Cal.

  3. ¡¡Un descubrimiento muy misterioso!! Me ha encantado Cal. Coincido con Ksawery (sin que sirva de precedente, que después se acostumbra) en lo de las ganas de saber más ¿sabes de más sepulcros de Lugano en España?

  4. Pues muchísimas gracias, Sira, me gusta que te guste. 🙂

    Encontré pocos datos de Juan de Lugano en España. Mis investigaciones se suelen dar con el culete pegado a una silla, así que tiro de internet una barbaridad. Por su nombre españolizado prácticamente no aparece nada; y por su nombre italiano (Giovanni de Trevani) nada de nada.

    Era un comerciante aunque se cree que algo también esculpía. En artículo de Nicolau Castro señala que trabajó en Toledo, pero sus almacenes -dentro de España- estaban en Valencia, Alicante y Sevilla. Anduvo metido en la obra del sepulcro de Fray Francisco Ruiz (Toledo) aunque se sabe que los autores fueron Aprille y Angello de la Scala.

    Fue el que suministró mármol para el sepulcro del Cardenal Tavera (Toledo), pero la firma del mismo pertenece a Alonso Berruguete.

    Y nada más sé decirte, Sira. Seguro que tú encuentras un montón de cosas más. Yo le he dedicado poco tiempo al tema. 😐

    Por cierto a ti que te gusta moverte tanto y que además ¡puedes hacerlo!: ayer me asaltó otra historia funeraria en el mismo Madrid que me quedé Ô_Ô ¿Has estado en la Capilla del Obispo, que está por detrás de San Andrés? ¡Madre mía! Llevaba años queriendo entrar, pero nunca lo pillaba abierto y ayer sí lo pillé abierto. En fin, una pasada de cenotafio de Francisco Giralte entre otras bellezas tienen ahí las monjitas.

    Un besazo.
    C.

  5. Nosotros nos quedamos con ganas de verla la última vez que estuvimos ahí, pero ya viste que teníamos la agenda muy llena. Esperamos entrada para desquitarnos…

  6. Yo no tenía la menor idea, Ksawery. Me quedé ojoplática. Ay, la ignorancia… Tendré que volver, claro. Y habrá que plantearse una entrada de los Poza y los Vargas Carvajal vistos por Giralte, qué le vamos a hacer. :-DDDD

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *